El fratricidio de Caín a Abel, ambos hijos de Eva y Adán, ocurrió después de que los hermanos realizaran sus ofrendas a Dios, a quien le agradó más la entregada por Abel, pastor de ovejas. La escena muestra al labrador Caín cuando iracundo porque Dios no prefirió su ofrenda, mata a Abel en el campo, lo que después lo hizo sentir gran culpa.
En este pasaje, la envidia y el egoísmo se presentan como parte de la naturaleza humana; y la oveja que se sacrifica remite a la redención del pecado.
La escena describe la armonía que se vivía al momento de la Creación, en el lugar de los bienaventurados denominado Paraíso o Jardín del Edén. Eva y Adán convivieron ahí en paz hasta que una serpiente, símbolo de hostilidad, engaño y enemistad, les ofrece el fruto de la tentación, representado con una manzana del árbol al que Dios les había prohibido acercarse, y del que ellos finalmente comen. De este modo, se observa a la condición humana como una dimensión de fragilidad y susceptibilidad.