Dios pidió a Abraham que sacrificara a su único hijo Isaac, lo que aceptó por su fe. Esta escena muestra el instante previo a realizar la difícil acción, cuando un ángel aparece y, por haber asentido Abraham a la voluntad y designios de Dios, le ofrece un cordero para sacrificar en lugar de Isaac, prometiéndole acrecentar su descendencia y sus bendiciones.
El pasaje simboliza la forma en que Dios premia a los que se mantienen firmes en un momento crucial y poseen fe absoluta hacia él.
La escena describe la armonía que se vivía al momento de la Creación, en el lugar de los bienaventurados denominado Paraíso o Jardín del Edén. Eva y Adán convivieron ahí en paz hasta que una serpiente, símbolo de hostilidad, engaño y enemistad, les ofrece el fruto de la tentación, representado con una manzana del árbol al que Dios les había prohibido acercarse, y del que ellos finalmente comen. De este modo, se observa a la condición humana como una dimensión de fragilidad y susceptibilidad.