Después del gran diluvio, Dios bendijo a Noé y a sus hijos Cam, Sem y Jafet, pidiéndoles multiplicarse: fue a partir de ellos que se pobló toda la Tierra. Dios también hizo la promesa divina de no destruir nuevamente la vida terrenal con otra catástrofe natural, e invitó a los descendientes de Noé que conformaron el nuevo pueblo, a interpretar el arcoíris como señal de su alianza de paz y de esperanza. Estos habitantes son símbolo de la repoblación humana.