Habiendo nacido Jesús, unos magos llegaron desde Oriente a Jerusalén al palacio del rey Herodes preguntando sobre el niño recién nacido, rey de los judíos que iban a adorar. Herodes, alterado y asombrado por la noticia, pidió a los magos que en cuanto tuvieran información sobre el lugar en donde estaba Jesús se lo comunicaran para después irlo a adorar él también. Los reyes, sin saber que Herodes mentía y tenía malas intenciones hacia el nuevo rey, continúan su camino a Belén en busca del recién nacido Hijo de Dios.