En Galilea, en la ciudad de Nazaret, el niño Jesús creció saludablemente; su infancia estuvo rodeada de sabiduría y de la gracia de su padre Dios. La Biblia relata que su niñez fue una etapa ordinaria como la de todo niño, ayudando a sus padres, aprendiendo el oficio artesanal de José, y muy cercano al judaísmo; lo que muestra a Jesús como un niño ejemplar, apropiado para el futuro que le esperaba.
En esta escena, la casa representa al templo, y también un refugio, un hogar.