En la ciudad de Naín, Jesús encontró a una mujer viuda llorando la pérdida de su único hijo cuando se dirigía a enterrarlo. Conmovido por su dolor, se compadece de ella pidiéndole que no llore, y al hijo muerto le ordena que se levante; palabras ante las que se incorpora y habla. El milagro se conoció en toda Judea y el pueblo glorificó a Dios. La resurrección es un símbolo de la manifestación divina y según las tradiciones bíblicas, el secreto de la vida sólo pertenece a Dios.