Sansón, hijo de Manoa de la tribu de Dan, nació por la gracia de Dios de una madre estéril y fue de los últimos jueces de Israel. Cuando Sansón fue a Timná a visitar a la mujer filistea que le gustaba, se encontró en el camino con un león. Este pasaje describe el momento en que Sansón, con sus propias manos y ayudado por Dios, despedaza al animal como si fuera un cabrito.
El momento alude al poder que Dios confiere a sus escogidos que es inigualable, más allá del poderío y soberanía que representa el león.