El pasaje presenta a Susana, esposa de Joaquín educada según la ley de Moisés, mientras toma un baño ayudada por sus doncellas, y es espiada por dos ancianos, jueces del pueblo que la deseaban. En el relato, Susana pide a sus doncellas aceite y perfume, y al quedar sola los ancianos se le acercan con lascivia. Frustrados, la acusan públicamente difamándola. Ella se encomienda a Dios, quien a través de Daniel la salva al exaltar su honestidad y castidad. Así, la escena alude a la inocencia y a la fe que sobresalen ante la lujuria y la mentira.