Mientras Dios entregaba en el monte las tablas de la ley a Moisés, el pueblo se impacientó en su espera y acudió a Aarón, hermano mayor de Moisés, para que les hiciera un dios. Aarón les pidió sus pertenencias de oro para fundirlas y hacer un becerro al que erigieron un altar y ofrecieron sacrificios. En la escena se muestra al pueblo celebrando y dando ofrendas al becerro, que en este caso refiere a la idolatría, que es la adoración a las imágenes de las deidades y el culto a las cosas, lo que molesta a Dios.