La escena narra el momento cuando Jesús llega a la ciudad de Sicar en Samaria y cansado del camino, se sienta junto a un pozo. Ahí encuentra a una mujer que está sacando agua y le pide de beber. Él le ofrece “agua viva” –la vida eterna– y al conversar, ella confía y acrecienta su fe. Jesús le dice que él es el Mesías, Hijo de Dios.
El agua simboliza la vida dada por Dios, y en esta escena representa al Espíritu Santo. Asimismo, el pozo remite a la abundancia y a la enseñanza.